Quizá cuando decimos la palabra “milagro” nos viene a la mente algo

verdaderamente grandioso o mágico.

Pero no necesariamente un milagro se refiere a actos así.

Los milagros suceden a diario, comenzando con nosotros mismos.

Éstos suceden de muchas formas: cuando nos sorprendemos,

cuando demostramos gratitud, cuando nos damos cuenta de algo, cuando

hacemos un cambio, cuando ayudamos a alguien, cuando sonreímos.

Amanecer cada día es un milagro, a veces lo damos por hecho y es algo de

lo que no todos gozan.

Disfrutar los momentos y aprovechar las oportunidades.

Conocer personas en el momento indicado.

Hay un sinfín de momentos que son milagros.

La cuestión es si estamos con la suficiente apertura para darnos cuenta.

Henri Matisse decía: “Siempre hay flores para quienes quieren verlas”.

Yo adaptaría esta frase así: “Siempre hay milagros para quienes quieren

verlos”.

Y es que en todo momento y en todo lugar está ocurriendo uno.

Desde el nacimiento de un bebé, hasta el crecimiento de una flor.

Déjate sorprender por lo más sencillo y comenzarás a ver la vida de una

mejor manera.

Es una manera de disfrutar el presente, de estar más en conexión con

nuestro ser y con todo lo que nos rodea.

Cuando comienzas a darte cuenta de lo que vives y cómo lo vives, de cómo

lo inesperado se convierte en único, de lo que te llega, cómo te transforma,

es cuando la vida se vuelve realmente especial y es entonces cuando los

milagros los empiezas a vivir en el día a día.

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